Biblioteca Pública Casa de las Conchas. Salamanca.
"Guardianes"
El sueño de Bedate
Nos
encontramos con una colección de cuadros realmente original y extraordinaria.
Bedate
la ha inundado concienzudamente de simbolismos, de significados ocultos y de
guiños que no pasan desapercibidos. Son cuadros para mirar con profundidad,
para recrearse en el realismo tan característico suyo y al que el pintor nos
tiene acostumbrados. Pero, en esta ocasión, la obra va más allá… Aquí el
elemento distintivo que da unidad y cohesión a la colección, el reloj Rolex, es
algo más que un objeto hermoso en sí mismo: evoca al hombre moderno que desea
unir la joya, el aderezo, con la perfección material y tecnológica. Salvando
las distancias, en cierto modo me recordaba a aquellos objetos sorprendentes
que aparecen en algunos cuadros de Hans Holbein el Joven; como los relojes
solares, y en especial el reloj poliédrico que aparece en la pintura titulada
“Los embajadores”; aquel reloj marca una curiosa fecha que aproximadamente se
puede intuir entre el 11 y el 14 de Abril de 1533… El cuadro nos muestra la
única ilustración histórica que existe de este singular instrumento tan
admirado en su época.
Diríamos
que Bedate también ha querido representar un símbolo del tiempo, pero en
categorías actuales, mediante un elemento contemporáneo. Aquí el reloj Rolex,
pintado junto a numerosas evocaciones de la historia del arte, puede asimilarse
con la máquina de Antiquitera, o el torquetum; uno de los misterios más
interesantes que nos dejó la antigua Grecia, a pesar de que no se ha conservado
ninguno hasta nuestros días.
Los
antiguos griegos tenían dos conceptos y dos palabras diferentes para designar
el tiempo. Cronos es un dios gigante que devora a sus propios hijos;
representaba el tiempo que falta para la muerte, un tiempo que se consume a sí
mismo. Cronos ya existía cuando todavía no había nada. Todo nace de él y él lo
destruye todo. Su contrario Kairos, “el momento afortunado”, es un dios muy
pequeño, como un duende con la cabeza calva que únicamente en la frente luce un
mechón de pelo denso. Si agarras ese mechón eres afortunado. Si te retrasas un
solo instante, resbalará tu mano por su calva y no podrás aferrarte a él.
Cronos significa duración de una vida, época, destino, unido a la existencia
misma, representaba el tiempo que falta para la muerte, un tiempo que se
consume a sí mismo. Por eso, su opuesto es Kairos, hace referencia a aquellos
momentos afortunados que trascienden las limitaciones impuestas por el miedo a
la muerte.
Nosotros
somos gente de un nuevo tiempo. Nos hemos acostumbrado a ver los mitos antiguos
como cuentos para niños de una humanidad superada, como tímidos intentos de
mentalidades imperfectas, inmaduras. Pero… ¿qué podemos decir de nuevo
nosotros, hombres orgullosos de nuestros días, en reemplazo de aquello que
decían nuestros ingenuos ancestros? ¿Acaso no estamos forzados a contar con
otras palabras el mismo mito antiguo acerca de Cronos, que devora a sus hijos,
y de Kairos que es corto, fugaz?
Hemos
heredado ambas ideas sobre el tiempo. Por una parte, como un flujo universal,
en cuyos chorros surge todo y todo se aniquila; lo que se consume, lo que nos
queda por vivir. Y de otro lado, el “momento feliz”. Es como dice el Mahabarata: “El reloj no existe en las
horas felices”. Ese instante que pasa volando o se hace una eternidad según lo
disfrutemos o no, lo perdamos, se nos escape de las manos o se nos presente
como nuestro peor enemigo. El tiempo considerado de esta manera siempre lo
vivimos comoo un estado de ánimo. El tiempo de las cosas, aparte de ser nuestra
referencia vital, la forma de sentir la realidad, nos indica que la vida es
también movimiento, acción, mejora y superación. Y lo que importa no es el
tiempo en sí; sino cómo vivirlo mejor. Nos interesa cómo apreciar serenamente
el valor de cada momento.
Al vivir
siempre tiempos distintos, como todo ser vivo, cambiamos de aspecto, cambiamos
de expresión, cambiamos de ideas, de trabajo, de casa, evolucionamos; pero
internamente seguimos siendo los mismos de siempre. El problema es ser capaz de
aceptar estos cambios como semillas que harán germinar algo mejor. Siempre es
preferible la aceptación que la resignación. Aceptar el tiempo nos hace sus
aliados; la resignación nos convierte en sufrientes.
Lo que
sabe un hombre a los 50 años, que no sabía a los 20, es incomunicable en su
mayor parte. El conocimiento que ha adquirido con la edad no es el de fórmulas
o términos, sino el de gentes, lugares, acciones… Un conocimiento que no se
adquiere por medio de palabras; sino por las victorias y los fracasos, la
serenidad y las noches sin dormir; las experiencias humanas, las emociones
puramente terrenales, y, quizás también, con reverencia por las cosas que no
podemos ver y que trascienden la realidad; con fe.
El sabio
autor del Eclesiastés escribió hace miles de años: “Hay tiempo de nacer y
tiempo de morir, tiempo de amar y tiempo de olvidar, tiempo de trabajar y
tiempo de descansar, tiempo de abrazarse y tiempo de separarse…”. Cuando
acabamos de leer este preciosísimo pasaje de la Biblia, nos percatamos de que,
por cada suceso bueno, hay, por lo menos, un suceso menos positivo y, sin
embargo, esto también debe ser aceptado. La vida es un paradigma, una mezcla de
gozo y de dolor. Dar rienda suelta a uno reprimiendo al otro provoca el
desastre físico y espiritual. Dominar los altos y los bajos exige balance y
equilibrio.
Resulta
maravilloso disfrutar, sencillamente, con los colores y las formas de Bedate.
Él, como amante de la belleza, desea transportarnos a ella, dárnosla como un
regalo… Pero, al mismo tiempo, al “rescatar lo divino en el tiempo” la obra de
arte equivale aquí a una emoción provocada por la experiencia, y busca
exteriorizar una idea, analizar el yo y sugerir. El pintor quiere, sin ambages
ni complejos, establecer correspondencias entre los objetos pintados y las
sensaciones del perceptor, a la vez que ofrece el misterio, lo oculto, lo que
se va, lo que fluye… Bedate en esta colección ha sentido abiertamente la
necesidad de expresar una realidad distinta a lo tangible y, en el mismo
título, “rescatar lo divino”, tiende abiertamente hacia la espiritualidad. El
reloj aquí se convierte en su instrumento de comunicación, en un símbolo, que subyace
entre figuras que trascienden lo temporal y lo material y que son signos de
mundos ideales y raros. Hay pues una inclinación hacia lo sobrenatural, hacia
lo que no es visible… En suma, hacia lo divino, como lo que es eterno en sí
mismo.
Jesús
Sánchez Adalid
"Girasoles"(2010)
óleo sobre lienzo
100 x 81 cm
"Vida propia"(2011)
óleo sobre lienzo
146 x 114 cm
"Reflejos en el río"(2010)
óleo sobre lienzo
130 x 180 cm
"Juegos en la nieve"(2009)
sepia sobre papel y óleo sobre lienzo
110 x 200 cm
"No puedo pasar"(2007)
óleo sobre lienzo
162 x 162 cm
"Pecado original"(2009)
óleo sobre lienzo
162 x 162 cm
"La cascada"(2008)
sanguina sobre papel y óleo sobre lienzo
200 x 200 cm
"Las flores de Ibiza"(2007)
óleo sobre lienzo
200 x 200 cm
"La excelencia"(2011)
óleo sobre lienzo
146 x 114 cm
"Contemplando los cerezos en flor"(2011)
sepia sobre papel y óleo sobre lienzo
146 x 114 cm
"La espera"(2007)
óleo sobre lienzo
200 x 200 cm
"Anatomía"(2011)
óleo sobre lienzo
146 x 114 cm
"Bicicleta" (2006)
óleo sobre lienzo
130 x 81 cm
"Baño en la alberca"(2009)
óleo sobre lienzo
195 x 195 cm
"Comienza la primavera"(2009)
óleo sobre lienzo
146 x 114 cm
"Diana"(2013)
sepia sobre papel y óleo sobre lienzo
146 x 114 cm
"Caballero I"(2012)
óleo sobre lienzo y arpillera
200 x 200 cm
"Gladiador"(2012)
óleo sobre lienzo y arpillera
146 x 114 cm
"Flores de Cervera"(2013)
óleo sobre lienzo
146 x 114 cm
"Gladiador II"(2013)
óleo sobre lienzo y arpillera
146 x 114 cm
"El Doríforo"(2012)
óleo sobre lienzo
146 x 114 cm
"Anfiarao"(2012)
óleo sobre lienzo
146 x 114 cm
"Auriga de Delfos"(2012)
óleo sobre madera
155 x 117 cm
"Bronce de Riace"(2012)
óleo sobre lienzo
146 x 114 cm
"Giovanna Tornabuoni"(2012)
óleo sobre lienzo
146 x 114 cm
"Beatriz D'este"(2012)
óleo sobre lienzo
146 x 114 cm
"Jarrón II"(2013)
óleo sobre lienzo y arpillera
146 x 114 cm
"La sal"(2012)
óleo sobre madera
200 x 122 cm
"Ánfora"(2013)
óleo sobre lienzo y arpillera